Frias Rock: Maestro

Al maestro de cuarto, nadie le decía maestro. Los pibes del curso siempre lo llamaron Prescutti, Ilmar Patricio Prescutti. El hombre había llegado de Gallo Fiambre, con una mano atrás y otra adelante, como decía mi viejo. Era un tipo que había nacido para cargar libros. Siempre con su lustroso bombín, alto, desgarbado, hundido el puente de la nariz bajo el peso marmóreo de un par de anteojos que nunca en sus 12 años al frente del curso de cuarto, se quitó, ni mas no sea, para secarse las gotitas de sudor que a cualquier hijo de vecino se le juntan en el verano porteño. Como persona nadie lo conocía demasiado y como educador seguro que muy pocos alumnos lo recuerdan. Pero mis compañeros, yo y la barra de los grandes del Instituto San Palomino de la Cerca Caída, se lo van a acordar como cuando te abrís la cabeza por primera vez. Era Noviembre, uno de esos días calurosos. El polvo del potrero se te adhería a las canillas. Con mis compañeros mirábamos el partido de los grandes como si fuera la Caída del Imperio Romano, o como si fueran a salir los marcianos de la nave. En una jugada, el renguito Bizutti, se quejó de un golpe mentiroso y salió de la cancha. Uno de los equipos quedaba con uno menos. De un salto nos pusimos todos de pie y agitábamos los brazos. Pero el Rulo Morotore, el señor de aquel feudo, miró para otro lado. Ahí estaba el Maestro Prescutti, con los libros y los anteojos. Levantó la mano y el Rulo le hizo la seña para que entrara. No lo podíamos creer. Que maestro, Prescutti jugando al fútbol. Para hacer justicia hay que decir que jugaba como el mismísimo orto, pero jugaba. El maestro Patricio Prescutti, le devolvió un par de paredes al Rulo y con eso alcanzaba. Aquel día, le empezaron a decir Maestro.

¿Sos de usar el “che maestro”? ¿Tuviste algún maestro, o todas maestras? ¿Quiénes han sido tus mejores maestros? ¿Sos el maestro de alguien? ¿Quién considerás que es un maestro, aunque no ostente el debido título? ¿Mía Maestro? ¿Maestro Roshi?